Sin sentimientos. Relato para no dormir.

Imagen

Las sábanas se enredaban sobre su cuerpo, sentía que la asfixiaban. Las horas en la madrugada se sucedían como si el reloj de arena no contuviera su arena, solo aire vacío.

Cuando pudo sentir el sueño, una pesadilla la despertó a las siete de la mañana. Ella sentía que lo más maravilloso del mundo  se estaba creando en su interior. Era una ilusión que imaginaba compartiría con su novio, el amor de su vida.

Pero un sobresalto la sentó sobre la cama de un impulso. Se veía sola ante la magnitud del acontecimiento que había visto con sus propios ojos mientras soñaba.

No desayunó, se dispuso a coger el coche camino de la farmacia más próxima. Con temor, compró la prueba más económica de embarazo para salir de esa duda que la sobrecogió tras el sueño.

Sin prisas, pero sin pausas, acelerando su paso hasta llegar al portón de grandes dimensiones y pomos abrillantados con sumo cuidado, abrió con las llaves. Aguantando sin querer la respiración se dirigió por las escaleras hasta el pasillo que conduce a su casa. Los pisos de la casa antigua se le hacían interminables, quería llegar pero por otro lado, deseaba ver que el sueño no era un presagio.

No podía abrir el portón, las manos parecían engarrotarse, hasta que alcanzó el modo de que la madera dilatada por el calor, dejara correr la cerradura.  Por fin saldría de dudas. No podía ser posible (…)

La cama de ciento ochenta se quedó pequeña para soportar las inquietudes que comenzaron  a embargarle.  Sin dudarlo, llamó al papá de su futuro bebé, ese amor de su vida que le pedía tener un hijo.   Descuelga temblorosa el teléfono, el sonido internacional confunde la comunicación, aún así,  con temor le dice que la vida prosigue, que su apellido continuará en la generación. Necesitaba oir una respuesta de alegría, de cariño, de arropo, de compañía.

El sueño era un presagio. No oía respuesta, sólo silencio, mucho silencio. Sin contemplación, sin el más mínimo amor, ni mucho menos cariño. Pidiéndole tiempo…

El tiempo se alarga… se hace imposible para esa mujer que creía en la palabra del amor.

Se siente engañada. No hay modos de comprender ese comportamiento. Nada en el mundo hay más importante que la vida, sin condiciones.  Pero no. Ni el más religioso aunque cumpla con sus cánones llega a ser ejemplar si no cumple con la primera de las leyes, “ser humano”.

Sin un mensaje de aliento, de tranquilidad, ella se dirige al hospital. Allí la reconocen como si fuera la vez primera. Una imagen sale en el monitor. Una pequeñita vesícula aprecia una manchita blanca dentro. ¡Hay vida!

Sola comienza a llorar, no sabe si de alegría o de dolor. No puede entender aún la respuesta de su novio –recordando sus titubeos y frialdad- mientras siguen examinándola y comprobando que todo está bien,

Analíticas y más pruebas mientras espera en el pasillo, oyendo el llanto generado por una nueva vida.  Ella no soporta el silencio del papá de su futuro hijo. Lo llama y éste  le dice de nuevo que no puede acompañarla y que no es el momento adecuado para tenerlo.  Ella sin poder escuchar lo que sus oídos recogían, se dirige al ascensor. Sus pulmones vacilaban entre coger y expulsar el aire.

El ascensor  se para entrando una pareja cargada de regalos, flores y globos con una bebé vestidita de rosa al completo. Comenzó a faltarle aire… podría ser Mariam, Fátima, Aixa  o muchos de los nombres que la pareja comentaba cuando ilusionados, decían que llevaría el nombre de su pequeña.

Llegando a la segunda planta, comenzó a tener un ataque de ansiedad, cortó el teléfono y el aire dejó de existir, el corazón cobró protagonismo por el dolor tan enorme, sólo recordaba muchos médicos a su alrededor.  Una especie de bolsa en su cara, inyecciones y voces.

Y más llanto de vida. Esos bebés que dan sentido al amor. Despertó en una cama donde oía la motorización del corazoncito de un ser aún en el vientre materno. Gritos de dolor al otro lado, era un parto en toda regla.

Cuando los síntomas de nerviosismo desaparecieron, se levantó de la cama, pidiendo su informe ginecológico y sin querer saber ya nada de aquel amor de su vida que de modo tan inhumano la trató, alcanzó su orgullo y reconoció que su vida y la de su bebé no tenían precio.

Hoy tiene miedo a dormir. Miedo a soñar hermosas imágenes que se conviertan en malos presagios.

(La literatura a veces, supera  a la ficción. Ésta, es la narración de una historia real que una buena amiga rusa me autorizó a contar y a la que añadí elementos de mi espacio literario.)

Este relato va dedicado a todas aquellas mujeres que sufren estos acontecimientos en soledad.

(YaLdÓn 07/08/12)

 

Un comentario »

  1. ¡¡Por supuesto,que no tienen precio,la vida de un hijo y su madre¡¡,si el supuesto amor de una persona hacia otra termina,pero a la vez,viene un nuevo »ser»,éste nuevo »personaje»,és lo suficientemente importante,cómo para pasar una gruesa página…..,y escribir bellos cuentos de amor,de un »amor»,que nos cautivó,y que dejó una herida en el corazón….,pero ese corazón,ahora está ocupado,con un amor que no tiene caducidad…..¡¡un hijo¡¡…..,un abrazo Yolanda.

  2. Me gusta lo fragmentado de los sentimientos y de la emoción, lo rápido de la narración que contrasta con los nueve meses (quien dice nueve dice toda una vida). ¡Poesía por todos los rincones, Yolanda, incluso en prosa!

    • Enrique creo que no soy capaz de separarlas, van de la misma mano, eso sí, como todo en la vida, va por momentos y de la poesía, con esta nueva publicación que sale en breve, donde hay tambien un conato de narrativa, pongo un punto y aparte para introducirme del todo en la novela. Una novela que no dejara indiferente…

Deja un comentario